¿Quién no conoce en su vida a algún Rafael, Gabriel o Miguel? y no me refiero a hombres que lleven ese nombre, sino a personas que, como ellos, son ángeles que nos cuidan y curan; que nos anuncian y traen buenas noticias; que nos alejan de lo malo, de lo que no sirve.
Yo si, yo si conozco ángeles. Muchos me los cruzo a diario, a muchos tengo la suerte de tenerlos en mi vida. Otros me son más lejanos pero no por ello no sé a ciencia cierta que se trata de ángeles.
Personas que, como dice el dicho, parece que hayan caido del cielo. Personas buenas, serviciales, atentas, solidarias, alegres, llenas de vida.
Muchas veces me sorprende que la gente piense que sólo los creyentes pueden ser ángeles, aunque esta reflexión sería para otro momento porque a mi me da para largo...
Porque aunque no siempre les veamos, hay ángeles entre nosotros.
Gente que se despierta cuando aún es de noche y cocina cuando cae el sol.
Gente que acompaña a gente en hospitales, parques.
Gente que despide, o que recibe a gente en los andenes.
Gente que va de frente, que no esquiva tu mirada,
y que percibe en el viento cómo será el verano cómo será el invierno.
Gente que pide por la gente en los altares, en las romerías.
Gente que da la vida, que infunde fe, que crece y que merece paz.
Gente que se funde en un abrazo en el horror y que comparte el oleaje de su alma.
Gente que nos renueva la pequeña esperanza de un día vivir en paz.
Son necesarios, vitales.
Que en lo cotidiano sigamos encontrándonos con ellos.
1 comentario:
... es que los ángeles se huelen entre ellos...
un besazo
Publicar un comentario