
La mamá de mi peque pidió a otra mamá que me lo contara, así que esa fue la noticia con la que empecé la mañana del jueves. Me sentía mal, no sabía qué hacer. Algo muy dentro de mi me decía que tenía que acompañar a la familia en ese momento tan horrible, pero ¿cómo?. Incluso escribí a Santi, necesitaba un consejo, cómo acompañar a una familia en una situación tan dolorosa, necesitaba saber qué le gustaría sentir a él como padre por parte de la tutora de sus hijos en un momento así. Pero antes de recibir la contestación de Santi ya estaba camino del tanatorio, podía haberle llamado pero quizá Alguien quiso que aprendiera a desenvolverme por mí solita.
Lo que sentí cuando entré en el Tanatorio fue desgarrador, gritos desconsolados, rabia, impotencia y una tristeza indescriptible se sentía en aquel lugar que por muy bien decorado que esté a mi siempre me parece feo. La mamá se me abrazo fuerte, un abrazo largo, silencioso, tembloroso. Por más que lo intenté no pude reprimir las lágrimas, ¡era todo tan duro!. Habló, me contó lo sucedido y como se lo habían contado a los niños, me pidió ayuda, me pidió que rezásemos, me cogió la mano, me volvió a abrazar, ...
Cuando salí de allí me sentía por un lado bien, pues la familia agradeció mucho mi presencia, pero por otro lado sentía una impotencia muy grande por no saber como ser compasiva con ellos, como acompañarles. Trabajar con personas es lo que tiene, experimentas alegrías infinitas pero también penas muy grandes, y saber como enfrentarlas es algo que nadie te enseña en la carrera, quizá porque es un aprendizaje de la vida.
Estos días ando dándole vueltas, necesito más Luz, más fe para enfrentarme a las situaciones que la vida me pone en el camino. Y siento que todo eso falla, que no hay escalera en el pozo y que quizá deba empezar a buscar los peldaños nuevamente. Estoy como hace un tiempo, estancada como el agua corrompida.
Y en esta cotidaneidad de mi vida me pregunto: ¿Dónde se aprende la compasión?
2 comentarios:
Desde luego la compasión empieza a aprenderse com-padeciendo con los que padecen y, desde luego tambien, educando el corazón para que no se llene de piedra, dejándole sentir.
Besos
Supongo que en esos momentos el Espíritu es quien actúa en nosotros, y nosotros somos solo una presencia que siente y padece, que llora y arrima el hombro. Y es Dios, es el Espíritu del Señor el que inunda de paz interior, y hace que transmitamos esa paz a los demás en momentos así..
Un besazo NOe!
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