Sin ojeras, descansaíta. |
El Sábado Santo marché con mi familia a pasar unos días de descanso a un tranquilo pueblecico con una preciosa playa en el Mediterráneo, cerquita de Tarragona. Pude disfrutar de atardeceres primaverales, de tormentas de abril (aguas mil). Pasear por la playa, vacía de barullo, escuchando el sonido de las olas y de la brisa marinera.
Estando allí, el primer día, me puse malita. Estuve toda la noche vomitando, con un dolor de cabeza insoportable y temblores. Creo que el cuerpo me pasó factura, a veces no soy consciente de los tutes que le meto. Sé que no descanso como debiera, que me paso muchas horas de pie con los peques en el cole y las que no estoy en el cole me las paso frente a la pantalla de ordenador, o en la parroquia, o con mi sobrino, ... Para mi son horas preciosas de ocupaciones cotidianas que me encantan, pero quizá haya que recurrir también a esos momentos de ocio y descanso necesarios. Por eso, aquel primer día de playa lo pasé tan mal, sentía tal agobio por no tener nada que hacer que el mundo se me vino encima.
Volví, hace hoy ya una semana, llena de energía. Esta semana ha transcurrido muy bien, sin sobresaltos. Tenía muchas ganas de ver a mis peques y de disfrutar de lo bueno que su presencia hace en mi vida, tenía ganas de no tener que enfadarme por cualquier tontería. Tenía muchas ganas de acompañar a sus familias en este camino que hacemos juntos.
En posición horizontal, en el sofá, jeje. |
El descanso me ha venido bien, una pequeña pausa en el camino para coger aire, calmar mi sed, sentarme en la vereda y contemplar para limpiar mi mirada. Una pequeña pausa para observar la vida en posición horizontal que también es bonita.
Porque el descsanso también es necesario, para todo y para todos. Y así retomar lo cotidiano, y retomarlo como se merece: con alegría.
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