sábado, 21 de mayo de 2011

Ideas cotidianas desordenadas

Me encanta sentarme en medio de clase y observar, mientras juegan, las actitudes de mis alumnos. Se aprende taaaaaaanto de ellos. No nacemos malos, es la vida las que nos va volviendo más oscuros, más grises, más pelotudos que diría uno de mis peques.

Estos días tengo el corazón un poquito agitado, desde el lunes por la tarde siento como muchas cosas van desmontándose en mi cabeza. A lo mejor, quién sabe, vuelvan a colocarse en su lugar pero también puede suceder que se recoloquen donde en verdad tendrían que estar. Y mientras les observo analizo mi momento, lo que vivo y como ellos son para mi ejemplo de sencillez, de ternura a raudales, de compasión, de descomplicación y sobretodo de frescura.

Los viernes acabo derrotada y normalmente afónica, pero "que me quiten lo bailaó". Ellos me dan taaaaanta vida. A través de ellos me descubro, me siento mucho más yo que en cualquier otro sitio. Con ellos los papeles se conjugan (y llegan a intercambiarse): yo soy su maestra, la que les intenta dar herramientas para volar y ellos son los que me dan las alas para ser libre, amando. Y todo esto lo reflexiono porque no puedo permitir que una mala experiencia empañe mis sentimientos, pero de la misma manera soy incapaz de evitar que esto suceda.

Hace un tiempo me repuse tras la profunda tristeza que me invadió cuando aquella maldita ¿señora? quiso joder mi futuro y tras los primeros instantes, momentos, de rabia, me dispuse a seguir adelante con mi sueño, volví a creer en él y ahora estoy donde estoy, siendo fiel a esta vocación que cada día reafirmo. Pues de la misma manera quisiera poder bajar al fondo y hacer impulso para subir nuevamente a la superficie y respirar una buena bocarada de oxígeno que revitalice mis pulmones, acaricie mi corazón y me de la certeza, en mi cabeza, de por que camino seguir.

Ideas cotidianas desordenadas.

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