domingo, 11 de marzo de 2007

El alma nunca muere...

Hace justamente hoy tres años que nuestras vidas se separaron para siempre. Volaste alto, hermano, y a manos de unos desalmados perdiste la vida, tu más sagrado tesoro.
Te arrancaron las ilusiones, los momentos compartidos y los sueños por realizar. Dejaste un vacío que es imposible de llenar, y con el que hemos tenido que aprender a vivir cada uno de los que creemos en la paz, en la justicia y en la convivencia.
Me es díficil hacerme a la idea del dolor que puedan estar sintiendo quienes te conocieron de cerca, los que tuvieron la gran suerte de cruzasre cntigo en su vida, porque tiene que ser terrible. Tus padres o tus hijos, tus hermanos, tus abuelos, tus tios, tu familia en general, tus amigos. Sé que todos y cada uno de ellos te echa de menos, pero mantengo la espernaza de que desde allí, donde volaste alto, cuidas de ellos y les mandas toda tu ternura para que aprendan a vivir sin tu presencia física, porque la otra la tienen a cada rato.
Hoy amigo, hermano, te rindo mi pequeño homenaje particular y te mantengo en mi corazón como algo sagrado. Quiero a través de mis palabras acercarme a ti y a los tuyos, y decirte que yo creo en la justicia, creo en la fraternidad y apuesto por la paz.


UNIDOS, SIEMPRE, EN LO COTIDIANO.

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