domingo, 29 de mayo de 2011

¿Dónde se aprende la compasión?

El miércoles fallecía, en un trágico accidente, una persona muy importante en la vida de una personita muy importante de la mía (una de mis peques).

La mamá de mi peque pidió a otra mamá que me lo contara, así que esa fue la noticia con la que empecé la mañana del jueves. Me sentía mal, no sabía qué hacer. Algo muy dentro de mi me decía que tenía que acompañar a la familia en ese momento tan horrible, pero ¿cómo?. Incluso escribí a Santi, necesitaba un consejo, cómo acompañar a una familia en una situación tan dolorosa, necesitaba saber qué le gustaría sentir a él como padre por parte de la tutora de sus hijos en un momento así. Pero antes de recibir la contestación de Santi ya estaba camino del tanatorio, podía haberle llamado pero quizá Alguien quiso que aprendiera a desenvolverme por mí solita.

Lo que sentí cuando entré en el Tanatorio fue desgarrador, gritos desconsolados, rabia, impotencia y una tristeza indescriptible se sentía en aquel lugar que por muy bien decorado que esté a mi siempre me parece feo. La mamá se me abrazo fuerte, un abrazo largo, silencioso, tembloroso. Por más que lo intenté no pude reprimir las lágrimas, ¡era todo tan duro!. Habló, me contó lo sucedido y como se lo habían contado a los niños, me pidió ayuda, me pidió que rezásemos, me cogió la mano, me volvió a abrazar, ...

Cuando salí de allí me sentía por un lado bien, pues la familia agradeció mucho mi presencia, pero por otro lado sentía una impotencia muy grande por no saber como ser compasiva con ellos, como acompañarles. Trabajar con personas es lo que tiene, experimentas alegrías infinitas pero también penas muy grandes, y saber como enfrentarlas es algo que nadie te enseña en la carrera, quizá porque es un aprendizaje de la vida.

Estos días ando dándole vueltas, necesito más Luz, más fe para enfrentarme a las situaciones que la vida me pone en el camino. Y siento que todo eso falla, que no hay escalera en el pozo y que quizá deba empezar a buscar los peldaños nuevamente. Estoy como hace un tiempo, estancada como el agua corrompida.

Y en esta cotidaneidad de mi vida me pregunto: ¿Dónde se aprende la compasión?

sábado, 21 de mayo de 2011

Ideas cotidianas desordenadas

Me encanta sentarme en medio de clase y observar, mientras juegan, las actitudes de mis alumnos. Se aprende taaaaaaanto de ellos. No nacemos malos, es la vida las que nos va volviendo más oscuros, más grises, más pelotudos que diría uno de mis peques.

Estos días tengo el corazón un poquito agitado, desde el lunes por la tarde siento como muchas cosas van desmontándose en mi cabeza. A lo mejor, quién sabe, vuelvan a colocarse en su lugar pero también puede suceder que se recoloquen donde en verdad tendrían que estar. Y mientras les observo analizo mi momento, lo que vivo y como ellos son para mi ejemplo de sencillez, de ternura a raudales, de compasión, de descomplicación y sobretodo de frescura.

Los viernes acabo derrotada y normalmente afónica, pero "que me quiten lo bailaó". Ellos me dan taaaaanta vida. A través de ellos me descubro, me siento mucho más yo que en cualquier otro sitio. Con ellos los papeles se conjugan (y llegan a intercambiarse): yo soy su maestra, la que les intenta dar herramientas para volar y ellos son los que me dan las alas para ser libre, amando. Y todo esto lo reflexiono porque no puedo permitir que una mala experiencia empañe mis sentimientos, pero de la misma manera soy incapaz de evitar que esto suceda.

Hace un tiempo me repuse tras la profunda tristeza que me invadió cuando aquella maldita ¿señora? quiso joder mi futuro y tras los primeros instantes, momentos, de rabia, me dispuse a seguir adelante con mi sueño, volví a creer en él y ahora estoy donde estoy, siendo fiel a esta vocación que cada día reafirmo. Pues de la misma manera quisiera poder bajar al fondo y hacer impulso para subir nuevamente a la superficie y respirar una buena bocarada de oxígeno que revitalice mis pulmones, acaricie mi corazón y me de la certeza, en mi cabeza, de por que camino seguir.

Ideas cotidianas desordenadas.

martes, 17 de mayo de 2011

Un día ofú

Hoy es un día de esos de "ofú"
He tenido un momento malo donde las haya, y estoy tocada, muy tocada. Empujada por un sentimiento de rabia he acudido a "reconciliarme" con el mundo. Y ni corta ni perezosa me he plantado en un confesionario, de esos que nunca me han gustado porque no veo la cara de quien me escucha. Pero tenía tanta necesidad de pedir perdón al mundo, y de recibir el perdón del Padre, que no lo he pensado dos veces, a pesar de ver desde la puerta las tablitas de madera. Me he acercado e intentado arrodillarme por el lado visible, intento fallido pues la voz que salía de la parte interior del habitáculo me ha dicho "por el lateral".
Y desde ese momento ya he empezado a sentirme mal, pero la fuerza que me empujaba, como he dicho, era más fuerte que yo. Desde el minuto cero de mi "confesión" me he  sentido mal, mi interlocutor (quien deduzco no era mayor pues su voz no lo aparentaba, ya que es lo único que he "visto" de él) me ha juzgado cruelemente, duramente, sin medida. Y a cada palabra mía recibía un hachazo suyo. Creo que la función del ser escondido en ese cuartico de madera no es juzgarme, pero quizá esté equivocada y solo tenga en mi cabeza bellas teorías sobre un Sacramento al que hasta ahora respetaba.

Culminada mi exposición detallada de mis errores, humanos, he recibido la penitencia, aunque aún ahora sigo dándole vueltas a si la penitencia no será en realidad todo lo que el individuo que se escondía tras los barrotes de madera me iba diciendo sobre lo que yo le decía.

Estoy totalmente perdida. Ya no se si es que me merecía todo lo que me ha dicho o es que la palabra tacto y ese hombrecillo están reñidas. Lo que si tengo claro, más que claro, es que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a pasar por algo tan bochornoso, todos mis esquemas se han desmontado y ahora lo único que siento es rabia, impotencia y un horrible sentimiento de desconcierto. Hace tiempo que me convencí de que la reconciliación era bella, bonita y necesaria, pero hoy toda esa teoría ha quedado hecha cenizas y se ha esfumado cual cigarro que se consume por el aire, y soy incapaz de verlo de otra manera.

Dolor, dolor es lo que hoy siento en mi cotidaneidad.

domingo, 8 de mayo de 2011

El descanso es necesario

Sin ojeras, descansaíta.
Desde el 20 de abril hasta el día 1 de mayo tuve las vacaciones de Semana Santa, como los niños. Es lo que tiene ser maestra, que disfrutas de sus mismas vacaciones, jejeje.

El Sábado Santo marché con mi familia a pasar unos días de descanso a un tranquilo pueblecico con una preciosa playa en el Mediterráneo, cerquita de Tarragona. Pude disfrutar de atardeceres primaverales, de tormentas de abril (aguas mil). Pasear por la playa, vacía de barullo, escuchando el sonido de las olas y de la brisa marinera.

Estando allí, el primer día, me puse malita. Estuve toda la noche vomitando, con un dolor de cabeza insoportable y temblores. Creo que el cuerpo me pasó factura, a veces no soy consciente de los tutes que le meto. Sé que no descanso como debiera, que me paso muchas horas de pie con los peques en el cole y las que no estoy en el cole me las paso frente a la pantalla de ordenador, o en la parroquia, o con mi sobrino, ... Para mi son horas preciosas de ocupaciones cotidianas que me encantan, pero quizá haya que recurrir también a esos momentos de ocio y descanso necesarios. Por eso, aquel primer día de playa lo pasé tan mal, sentía tal agobio por no tener nada que hacer que el mundo se me vino encima.

Descansé muchas horas seguidas y amanecí con mejor cuerpo, con menos ojeras y con más vitalidad. Los días que le siguieron fueron magníficos, con muchas horas compartidas con los míos, con mucha cama y mucha lectura. Disfruté a lo grande, y contemplando cada pequeñita cosa que Dios tenía a bien en bendecirme con ella.

Volví, hace hoy ya una semana, llena de energía. Esta semana ha transcurrido muy bien, sin sobresaltos. Tenía muchas ganas de ver a mis peques y de disfrutar de lo bueno que su presencia hace en mi vida, tenía ganas de no tener que enfadarme por cualquier tontería. Tenía muchas ganas de acompañar a sus familias en este camino que hacemos juntos.

En posición horizontal, en el sofá, jeje.
El descanso me ha venido bien, una pequeña pausa en el camino para coger aire, calmar mi sed, sentarme en la vereda y contemplar para limpiar mi mirada. Una pequeña pausa para observar la vida en posición horizontal que también es bonita.

Porque el descsanso también es necesario, para todo y para todos. Y así retomar lo cotidiano, y retomarlo como se merece: con alegría.