
Si hay un defecto que me caracteriza es lo tremendamente cabezota que soy, lo sé.
Llevo tiempo intentando ser más racional, pensar más, saber ceder...pero a veces soy incapaz. Y supongo que como todo, ésto también conlleva un esfuerzo necesario.
Pero a pesar de mi cabezonería hay algo que intento llevar a cabo, pedir perdón. No siempre lo digo con mis palabras, pero intento que mis actos dejen ver mi arrepentimiento.
Me declaro pecadora, tremendamente pecadora. Pero a la vez tengo ganas de decir a quienes he hecho daño durante lo que llevo de vida que lo siento, que me perdonen. Porque amo, si, amo.
Amo la vida y por consecuencia amo a mis hermanos, porque si están ahí es porque ALGUIEN ha querido plantarlos en mi camino, para aprender con ellos, para reir con ellos, para llorar con ellos, para aprender a pedirles perdón, aunque me cueste.
Si, soy una pecadora pero evito con todas mis fuerzas ser farisea. No solo quiero predicar con la palabra, que eso es tope fácil, quiero ser ejemplo, señal, guía, apuesta por la Vida, sonrisa, caricia, afecto. Quiero lavar con mis lagrimas los pies de aquellos a quienes hago daño, y besarlos, enjugarlos con mis cabellos, y perfumarlos.
Hoy he visto a alguien a quien durante años me unió una amistad de aquellas que crees que van a ser eternas, y sin embargo todo se torció y nada ha vuelto a ser como antes. Y el tiempo también fué el que nos volvió a unir en su dolor, en su tristeza por la pérdida de uno de los pilares de su vida. Pero volvió la lluvia, y ya no ha vuelto a cubrirnos el mismo paraguas.
Hoy nos miramos con indiferencia, con rencor, con dolor. Pero aquí, en mi interior, algo me dice que queda un pequeño resquicio de tanto como compartimos, y la quiero...Y hoy he sentido ganas de acercarme, de saludarla, de abrazarla, de decirle lo mucho que echo de menos aquellos tiempos en los que soñábamos juntas. Aquellos tiempos en los que caminábamos a la par, superando cualquier obstáculo.
Pero me he paralizado, tenía miedo. Tiempo, tiempo, más tiempo. Y nada cambia.
Y si tu, T., llegas a leer ésto alguna vez, que sepas que sigues siendo importante y que aunque mi orgullo me impida decirte todo ésto: Te quiero.

Perdoné, hace tiempo. Pero hoy me siento pecadora, arrepentida, pero pecadora. Porque no he hecho nada por recuperarte, por acercarme, por decírtelo.
Aprenderé, eso espero.
Mientras tanto, seguiré trabajándome, puliéndome.