
Como ya he dicho en alguna ocasión mis abuelos han sido un gran ejemplo en mi vida, y por supuesto verdaderos maestros. Ellos me enseñaron a valorar la vida por encima del materialismo.
Cuando se acercaban estas fechas mi abuelo siempre nos recordaba que las verdaderas flores, las auténticas, son las que se dan en vida. De poco importa, decía, que llenemos las tumbas de nuestros seres queridos de grandes centros floridos, si mientras vivían nos eran indiferentes…Y estas reflexiones me siguen haciendo pensar, hoy…cerca del día español de visita casi obligada al cementerio… Y más cuando a mis abuelos los he perdido en nueve meses y claro, esa visita al camposanto se hace porque así lo “ordena” el reglamento de la cultura religiosa popular…en fin. Salgo a la calle y me cruzo con las abuelas y sus grandes tiestos de crisantemos de todos los colores, señores con claveles rojos y blancos, …¿Pero qué es esto?....
A ver, yo no digo que tengamos que dejemos los cementerios abandonados, ni mucho menos…pero se me retuercen las entrañas al pensar que hay millones de personas muriéndose de hambre y que nosotros estemos gastando el dinero en flores, que cuanto más caras sean creemos que son mejores…Este es el particular “agosto” de las floristerías. Es que no lo puedo entender leñe. Y bufff, no os digo nada en un pueblo como en el de mi madre, que hay gente que se pasea a ver qué flores le han puesto a éste o qué flores tiene aquel…”y fíjate la fulanita que descuidada tiene la tumba de sus padres”, en fin, chorraditas variaditas.
Estoy segura que si a mi abuelo le ponemos dos espigas y a mi abuela dos de las rosas de su jardín, ellos estarán mucho más que satisfechos. Pero no, habrá que subir al pueblo y llevar a cabo el consiguiente paripé de limpieza y floripeo para de, alguna manera, poetizar un poquito esa fría arquitectura de las tumbas y no fallar a la tradición.
Y pienso en la realidad de este día, en todos los Santos que pasaron por la vida haciendo el bien, en tantos y tantos difuntos anónimos a los que nadie recuerda, en tanta gente buena que ha pasado por mi vida dejando una huella inborrable...Y me siento satisfecha de que por lo menos ese día la Eucaristía la celebraremos en el camposanto, recordaré, como cada día hago, la vida ejemplar de mis abuelos y aquella sabía lección de: las flores en vida…Porque si a las personas no las queremos, las protegemos y las AMAMOS en vida, de poco servirá que llenemos sus tumbas de las más variadas flores.
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