lunes, 29 de octubre de 2012

Curando heridas

Llevo tanto tiempo sin escribir que no sé muy bien ni cómo hacerlo.

Y no es que no haya habido cotidianeidad, todo lo contrario. Quizá se trate no haberla sabido compartir o puede que, a lo mejor, sea mucho más fácil compartir la cotidianeidad cuando es sencilla, y estos últimos tiempos no lo han sido. Me gustaría tanto aprender a compartir siempre.

No puedo negar que estoy en un momento de absoluta incertidumbre, que lo único que tengo y de lo cual soy dueña, es mi presente. Y este presente soy incapaz de vivirlo en plenitud, las heridas no siempre se pueden curar rápido, a veces tiene que pasar un tiempo hasta que la cicatriz comienza a tomar nuevamente un color lo más parecido a tu piel.

Hace unos días fui a comprarme crema para la cara, y S., que me conoce y tiene confianza, me aconsejó utilizar un contorno de ojos, me pareció curioso a la par que gracioso, me dijo que tenía pequeñas líneas de expresión y ligeramente marcadas las ojeras. ¡Si me hubiera visto hace un mes!, pensé para mí. Finalmente compré la cremita en cuestión, porque oye, que si, que he llorado y estoy llorando mucho en los últimos tiempos así que habrá que ponerle solución no vaya a ser que los ojos envejezcan antes de tiempo. Y ya lo decía mi abuela: los ojos son las ventanas del alma. A ver si soy capaz de no olvidarme de dármela todos los días.

Pienso que el destino es como ese niño caprichoso que se encariña con un juguete y los Reyes Magos le traen otro, y al principio se enfurruña pero al final termina jugando con él, y con el tiempo ni se acuerda de aquel con el que se encariñó y crea maravillosas historias con el que los Reyes Magos pensaron para él.

Seguramente si alguien llega a leerme no se estará enterando de nada, la verdad es que a pesar de ser consciente de que esto lo voy a compartir después en mi blog, que nació con la intención de ser un lugar donde compartir un poquito mis cotidianeidad, lo estoy escribiendo para mi misma, para ordenarme, porque sino terminaré como el cocodrilo de la canción que se metió en la cueva y de pronto asomó la cabeza y se sorprendió.

Hay demasiado ruido en mí, mucho…infinito. Además estoy "al ataquer", ruidosa constantemente, como con el escudo, no vaya a ser que alguien venga y me diga algo que no me apetece nada escuchar. Escucho a Ismael Serrano y pienso que esta canción me la está cantando a mí. ¡Qué se calle el ruido!
Y así, en lo cotidiano, intentando callar el ruido.

3 comentarios:

Ceci dijo...

Muchos besos... Muuuua!!!!

Santi dijo...

El primer paso es querer acabar con el ruido... besitos

Anónimo dijo...

Ánimo,
Las heridas en tantas ocasiones nos salvan... nos ponen de frente a una vida entera, ante una oportunidad de crecer y re-hacernos, de saltar, de dar algún que otro puñetazo en la mesa...
Y lo mejor, en medio del ruido y de las prisas, las manos de las personas que te quieren sujetándote fuerte.
No caerás, cuando se calle el ruido, escucharás una voz susurrante que dice: "Te quiero, estoy contigo".

Tq
TeSs