EN MI DESNUDEZ
A veces me siento pequeño…por tantos motivos.
Porque no acierto. O no hay ganas, o fuerzas, o motivos.
Porque me encuentro solo. O me parece que nadie me entiende.
A veces me aburro, me inquieto, no está por ningún sitio la pasión, la intensidad, la ilusión o la alegría. Faltan las ideas, las palabras. Me parece que no amo bien a los otros. Y tampoco sé acoger el cariño o la delicadeza que hay quien pone en mi vida.
¡Ayúdame, Señor!
A veces me siento absurdo…porque no sé lo que creo. Me pesan las contradicciones. Me pregunto cuál es mi lugar en el mundo, y luego hasta esa pregunta me parece imposible. Sobran las palabras, pero los silencios también muerden.
Quisiera ser sincero, pero siento que vivo a medias. Me pregunto por el futuro, por los estudios, el trabajo, la familia, los amigos, los pobres, los ricos… y me dan miedo las respuestas… ¡Ayúdame, Señor!
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Y tu abundancia me recuerda que no sea agonías, que no haga de mi vida un drama, que no olvide que el mundo es un inmenso escenario donde cada quién vamos encontrando nuestro lugar; y me recuerda que cuentas conmigo, tú que me conoces mejor que yo mismo, tú que lo sabes todo de mí.En Jesús me muestras tu evangelio y me dices: “Haz tú lo mismo”. Y me recuerdas que eres amor, y me susurras: “Ama y haz lo que quieras”.
Y entonces me doy cuenta de que lo importante no es mi desnudez frágil, sino tu pasión abundante por nosotros.
Y así está bien.
(extraído de Pastoral SJ)
Palabras que me reconfortan en esta cotidaneidad que a veces me hiere cuestionándome sobre las cosas más profundas. Trayendo, nuevamente, a mi memoria esa gran cita de San Agus con la que he crecido, muchas veces sin reparar en su valía.