lunes, 21 de febrero de 2011

En mi desnudez, tu abundancia...cotidiana

Estas reflexiones, a modo de oración, han caido hoy en mi mano, y han sido Providenciales. Como si Alguien hubiera estado un ratito en mi pensamiento y me las hubiera hecho llegar, para mi reflexión.

EN MI DESNUDEZ  
A veces me siento pequeño…por tantos motivos.
Porque no acierto. O no hay ganas, o fuerzas, o motivos.
Porque me encuentro solo. O me parece que nadie me entiende.

A veces me aburro, me inquieto, no está por ningún sitio la pasión, la intensidad, la ilusión o la alegría. Faltan las ideas, las palabras. Me parece que no amo bien a los otros. Y tampoco sé acoger el cariño o la delicadeza que hay quien pone en mi vida.



¡Ayúdame, Señor!



A veces me siento absurdo…porque no sé lo que creo. Me pesan las contradicciones. Me pregunto cuál es mi lugar en el mundo, y luego hasta esa pregunta me parece imposible. Sobran las palabras, pero los silencios también muerden.
Quisiera ser sincero, pero siento que vivo a medias. Me pregunto por el futuro, por los estudios, el trabajo, la familia, los amigos, los pobres, los ricos… y me dan miedo las respuestas…

¡Ayúdame, Señor!

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Y tu abundancia me recuerda que no sea agonías, que no haga de mi vida un drama, que no olvide que el mundo es un inmenso escenario donde cada quién vamos encontrando nuestro lugar; y me recuerda que cuentas conmigo, tú que me conoces mejor que yo mismo, tú que lo sabes todo de mí.


En Jesús me muestras tu evangelio y me dices: “Haz tú lo mismo”. Y me recuerdas que eres amor, y me susurras: “Ama y haz lo que quieras”. 
Y entonces me doy cuenta de que lo importante no es mi desnudez frágil, sino tu pasión abundante por nosotros.
Y así está bien.


 (extraído de Pastoral SJ)


Palabras que me reconfortan en esta cotidaneidad que a veces me hiere cuestionándome sobre las cosas más profundas. Trayendo, nuevamente, a mi memoria esa gran cita de San Agus con la que he crecido, muchas veces sin reparar en su valía.

viernes, 18 de febrero de 2011

Quizá sean solo palabrerío

Empatía, confianza, sinceridad, escucha activa, acompañamiento, oración, abrazos, compasión. Palabras que quedan preciosas en cualquier manual y en muchas conversaciones cotidianas, y que sin embargo cada vez veo más inusuales, o por lo menos lo siento así.

Hablar con distendimiento sin miedo a ser juzgado por el otro, simpemente dejándose acompañar en el trayecto, quizá en el camino. Sentir que hay alguien que se preocupa por ti mucho más allá de tus miserias, de tus rollos, de tus incoherencias, de tus "cansinideces", de ti.

Cuando alguien necesita ayuda posiblemente no te lo pida con sus palabras y sin embargo te esté dando señales continuamente con sus actuaciones. Quizá lo que sucede es que a esa pesona le cuesta pedir ayuda pero te la reclama de múltiples maneras, y tú sigues ciego en tu mundo y sin percatarte de nada. No todos somos iguales.

Esta tarde-noche cuando volvía a casa caían gotillas. Me he mojado, y me he querido mojar pues en el abrigo llevo capucha.

Sigo dándole, cotidianamente, vueltas.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Controlarse ¿o autocontrol?

Esta tarde-noche me he quedado colgada en el ascensor, creo que o bien éste me tiene manía o bien sabe que tengo pánico a los espacios cerrados porque en los últimos meses me ha hecho la jugarreta varias veces, y con eso de que es "el ascensor de casa" no hago el plan B, que sería subir y bajar andando (y ya de paso hago ejercicio que a mi culo-plaza de toros le vendría de perlas).

Primero me ha subido hasta el último, cuando yo había pulsado mi piso, después, gilimema de mi porque me podía haber salido y bajado a mi prellano andando, le he dado a la planta baja y se ha parado a la mitad del trayecto. Por supuesto no soy consciente entre qué pisos, pues unicamente tenía voz para pedir auxilio entre sollozos. No lo puedo evitar, me pongo histérica. Y lo que es peor en medio de mi histeria me bloqueo y soy incapaz de hacer otra cosa que no sea gritar como una descosida. En esos momentos no pienso ni en que llevo el móvil, simplemente pongo en funcionamiento mis cuerdas vocales en su máxima potencia y mi cerebro va a tal velocidad que en pocos minutos soy capaz de verme ahí metida horas, o que se descuelgue y caiga al vacío, ...¡¡mil cosas!!.

Tras unos minutos de horror, me han salvado. Mi estado de nervios era bestial, parecía una fiera. Me han enchufado una buena pastillita de esas que "tranquilizan" acompañada de una extraña infusión y un "venga, que no pasa nada" (que de calmante, en este caso, ha tenido poco).

He llegado a mi cama y solo he podido quitarme las botas, me he tumbado y me daba todo vueltas, parecía que me había bebido dos o tres vinos de marca barata...

Cuando el sopor se me ha pasado he estado pensando, con las pocas neuronas que me quedaban activas. Soy el antiejemplo de "autocontrol". ¿Cómo se alcanzará el control sobre el propio ser en estados de puro nervio? no sé si algún día lo sabré.

Me pasa lo mismo cuando estoy bajo tierra (en el metro, por ejemplo), pero ahí consigo concentrarme en otras cosas. Mi yaya decía que temía a la muerte, no por la muerte en sí sino por estar en realidad viva y no poder salir del féretro. Yo en eso prefiero no pensar, porque entonces ¡apaga y vámonos!.

Hace un rato hablaba con un amigo y me decía que tenía que intentar trabajar más el autocontrol porque no podía montar esos numeritos cada vez que me quedo encerrada o colgada en un ascensor. He recordado aquel baño de Milán para el recuerdo, me quedé encerrada y como afuera solo había chinas nadie entendía mis berridos. Y ya le he dicho que yo es que soy demasiado pasional, jajaja.

¿Cómo se alcanzará ese estado que sale en todos los manuales de Psicología llamado AUTOCONTROL?. No lo sé, y no sé si alguna vez lo sabré.

De momento creo que, en lo cotidiano, me vendría bien dejar de usar mi ascensor (otros muchos hace tiempo que dejé de usarlos). Así ayudaría a mi culo, a mi corazón y a mis nervios.

domingo, 6 de febrero de 2011

Reconozco que a veces peco de sosa, me caigo de la vergüenza cuando tengo que contar algo íntimo y personal. Por eso en tantas ocasiones utilizo este y otros medios en los que la comunicación es escrita y mi interlocutor no "me está viendo".

"Ser sal y luz", esa es la invitación que nos hacía esta tarde Jesús con su Palabra, con sus palabras. Quien me conoce sabe que me encanta este Evangelio. Cuando mi corazón no se pone de acuerdo con mi cabeza suelo recurrir a él, muchas veces sale ganando la cabeza pero la mayor parte sale triunfador el corazón. Hoy, además, el sacerdote de la Parroquia a la que he ido lo ha explicado de una manera tan dinámica, didáctica y extraordinaria que me daba la sensación de tener delante a un magífico pedagogo.

Ha cogido el micro y se ha bajado entre la gente, con un salero y una lámpara de barro iba explicándonos como podemos ser sar y luz para los demás. Como tenemos, y debemos, tener salero y gracia para alegrar las vidas y luz para alumbrar los caminos. Ha hecho una interpretación tan buena que me ha dado pena hasta de que acabara la homilía, oiga.

Me gustaría ser sal, sal que alegre y remueva, que conserve y de sabor. Porque la sal, cuando sale de nosotros, es buena. Mira que ahora la quitan por todo: que te duele la uña del dedo pequeño del pie seguro que es porque tienes ácido úrico, o que se te hinchan las piernas de manera sospechosa, o que tienes la barriga como una sandía de redona, seguro que retienes líquidos así que...¿qué te quitamos? pues la sal, la sal fuera de la dieta inmediatamente.

Y me gustaría ser luz. Y no la luz que da el flash de la cámara de fotos, porque esa luz ciega y molesta. Quisiera ser una luz delicada y suave pero iluminadora, de las necesarias para leer un buen libro o bordar un babero.

¡¡Qué díficil es!!, estos días no dejo de darle vueltas al cómo estamos, a la sociedad en la que vivo y las cosas que mostramos. Quizá sea por deformación profesional, porque trabajando niños te fijas más en los ejemplos que les mostramos, porque a veces ellos mismos son los que te lo dicen y a mi se me queda cara de tonta. Y puede que a una dulto le parezcan simplezas pero ellos están forjando su caracter.



Siento que solo se trata de créerselo, de saber que soy capaz y que tengo que intentarlo, pero cotidianamente me cuesta muchísimo no ser sosa y oscura.

¿Y tú?, ¿qué vives en lo cotidiano?