viernes, 31 de diciembre de 2010

Gracias 2010, muchas gracias.

Este 2010 que se nos escapa, que se me escapa, no ha sido un año más ¡¡qué va!!, es más creo que ninguno es un año más. Este ha tenido sus luces y sus sombras, sus puertas cerradas pero también sus ventanas abiertas.

Ha sido un año especial, claro que si. Podría poner fotos, pero me cuesta decidir cuáles.
  • ENERO: Comenzó lentamente, sin ruido. Con aires renovados en mi, entonces, trabajo.
  • FEBRERO: Replanteamientos, dudas, incertidumbres. Atervimiento, recolocando cosas en su lugar.
  • MARZO: Comencé con muchísima ilusión el Máster, bueno dicho en condiciones: Postgrado Uiversitario Experto en Atención Temprana.
  • ABRIL: El día de Sábado Santo, especial sin duda, tuve una de las experiencias más bonitas y maravillosas de mi vida, ascendí a tía. Un pequeño ser de casi cuatro kilos nació para revolucionar mi vida, y la de todos cuantos le esperábamos. Valiente, lleno de energía y con muchas sonrisas que regalarnos.
  • MAYO: Mi yayá se puso malita y sin casi darnos cuenta se despidió de nosotros y se fue al cielo. Días tristes para papá, al fin y al cabo aunque es ley de vida no dejaba de ser su mami la que había fallecido, y ese sentimiento de horfandad es terrible.
  • JUNIO: Tuve que decir "hasta uego" a los niños que durante nueve meses habñian ido renovando en lo cotidiano mi vocación.
  • JULIO: Una prueba, un proceso de selección para formar parte de una familia educativa. Nervios, incertidumbre pero sobre todo mucha esperanza puesta. Cuando casi el mes estaba a punto de acabar Juan, nuestro buen Juan, se fue al cielo. Desde luego una noticia triste para toda la familia Ágora.
  • AGOSTO: Renovar mi habitación, vaciarla para después ir llenándola otra vez. Sacar tantos recuerdos a la luz me trajo cierta nostalgia empapada en muchas ocasiones por lágrimas de emoción.
  • SEPTIEMBRE: ¿Cómo definirlo?, me resulta complicado. Comenzó con una llamada, una llamada de esas que te dejan si habla y te llenan de emoción: "Eres la candidata seleccionada". Esas palabras nunca las olvidaré. Aquel día no podía dejar de dar gracias a Nuestro Buen Dios. Firmar un contrato de trabajo, además cubriendo una jubilación, en los tiempos que corren es todo un privilegio. Y encima para dedicarme aquello a lo que estoy llamada, para esta vocación que amo con toda mi alma: UN DON. Creo que aún sigo un poco en las nubes, la verdad. También en este mes hice un viaje añorado y deseado, fuimos en familia a Galicia y fueron sin duda fueron unos días llenos de bendiciones.
  • OCTUBRE: Encuentro Ágora, volver a ver a todo ese puñaó de gente maravillosa. Y terminar el mes en el Hospital, mi sobrino nos pegó un buen sustito. Verle allí, tan frágil y chiquito, en la UCI de lactantes era muy triste pero todo salió bien y con esa energía que le caracteriza tiró pa'lante con un buen par.
  • NOVIEMBRE: El mes de mi cumple, de caer en la cuenta que los años van subiendo para arriba y que no me gusta nada de nada esto de añadir numeritos. Ese viaje a la cuna de Calasanz, sin duda fue muy bonito. Las fiestas en el cole, inolvidables.
  • DICIEMBRE: Comenzó con un viaje a Valladolid, volver a pasear por esas calles, encontrarme con algunas de "mis personitas" pucelanas y abrazar a esa maravillosa familia que durante tres años me dio cobijo, abrigo y amor. Después el vertiginoso ritmo del fin de trimestre en el cole, que para alguien nuevo como yo es todavía más fuerte pues hay cosas de las que me cuesta empanarme, y en medio de todo ello saberme ayudada y acompañada. Acabar el mes de prácticas, las del Máster. En el Hospital, en la consulta de Neuropediatría, visitar a los bebés prematuros, contemplar la alegría de unos padres viendo nacer a su bebé, precioso.
Y ahora es el ahora, 31 de Diciembre de 2010, último día del año (¡¡y de una década!!). De un año, como decía al principio, especial (porque siempre hay que sacar lo bueno de cada uno de ellos). Aún me quedan ocho horas y media para disfrutarte.

Gracias 2010 por haberme dejado disfrutarte cotidianamente, siempre te recordaré.


Querido 2011 quiero pedirte que tú también seas especial, que estés lleno de magia y de momentos inolvidables. Te espero con la puerta abierta de par en par para que en mi cotidaneidad me hagas crecer un poquito cada día y me ayudes a vivir el CARPE DIEM y a ser buena. Nos vemos, después de las uvas.

Gracias a los que me seguís por caminar conmigo en el 2010, os invito a acompañarme también, si queréis, en el 2011.

martes, 14 de diciembre de 2010

Ser signos

Pensemos en lo que pensemos casi siempre hay un signo que lo representa.

Hace unos años, unos cuantos ya, organizando una salida a cantar villancicos, con los chicos de grupos, a una residencia de ancianos gestionada por las Hermanitas de los pobres, estuvimos con una monja vestida de monja con un hábito de lo más monjil. Recuerdo ese alfiler sujetando la toca, que a mi me entraban temblores solo de pensar que se lo podía clavar en la cabeza y no pude evitar preguntarle ¿no le molesta? (en aquellos tiempos tenía menos vergüenza que ahora).

Me he criado en un colegio religioso, de una congregación de religiosas, y no he convivido con esos símbolos porque “mis monjas” no usan hábito, por lo menos desde el momento en el que yo las conocí ya que, según tengo entendido, antes del Concilio Vaticano II si lo usaban. Aunque era muy común ver a alguna de las hermanas mayores de la Comunidad vestidas con el hábito gris, y a mi siempre me despertaban ternura.

Cuando mi abuela estaba hospitalizada, muy malita, en la habitación de al lado estaban dos monjas Carmelitas, una era la enferma “la madre” (pues había sido superirora) y la otra la cuidaba sin descanso día y noche. El pasillo era un lugar de encuentros, unas veces alegres y la mayoría tristes por las circunstancias. Mónica, i.c.d., la hermana joven que cuidaba de la monjita mayor, solía pasear por el pasillo. Siempre con sus rosarios colgando, hasta tal punto que yo la llamaba “Sor Rosarios”. Nos hicimos coleguillas y compartimos mucho aquellos días. El hábito también fue un tema de conversación, si.

Hace no más de un mes, hablaba del tema del hábito con una monja. Ella insistía en que eso imprimía carácter. También días atrás mantenía una conversación, a altas horas de la noche, en la que el interlocutor, sacerdote, me decía que utilizaba cleriman, el traje negro, …y que era una decisión personal cuya finalidad era ser presencia ¿entendí bien?.
Por no ponerme a enumerar las tantísimas veces que me ha tocado ir en el tren con monjas, curas y demás familia. Vamos, que el temita de los hábitos ha estado presente en mi vida de una u otra manera. Yo no voy a entrar a hablar de la teología de las telas religiosas (si es que existe), porque ¡¡vaya tela!!.

Toda esta introducción viene a qué estos días he estado reflexionando sobre los signos que una persona creyente muestra a los demás, de una manera u otra.

Está claro que el hábito no hace al monje, sin embargo es verdad que siempre que vemos a alguien que lo lleva nos quedamos mirando ¿será por algo no?.

Quizá lleven razón, quizá se trate de ser signos. Pero ¿es necesario que sea un hábito lo que nos simbolice?, puede que no. Y de ser así ¿como hacerlo los que no estamos consagrados a la vida religiosa?. A lo mejor lo que a mi realmente me fastidia es que a ellos se les nota y a mi no. Sigo preguntándomelo, sigo dándole vueltas.

Estas cosas cotidianas que las pones en presencia, y sin saber muy bien por qué recuerdas aquella canción que te enseñó Lau y la empiezas a tararear…




Con hábito o sin él, con cleriman o sin él, con una cruz o sin ella colgada en el cuello, con chandal o en traje, con boina o calvo, ... pero signos. Signos que en lo cotidiano nos hagan diferentes, porque lo somos. Signos que sean agua que calme la sed, que se den hasta el extremo.

Y bufff, que díficil es para mi ser signo en lo cotidiano. Qué complicado me lo pongo todo, cuanta inseguridad aguardo en mis entrañas, cuanto dolor tiene que salir aún y cuantas heridas que cicatrizar, cuantas palabras por decir y cuantas debilidades por atreverme a mostrar.  Así que de vez en cuando no está de más que venga una monja con hábito o un cura con cleriman y me recuerde cuál es el camino para ser un signo, aunque pequeñito, de luz.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Barerras o realidad?

Sucede, muchas veces, que necesito escribir para desabrochar el corazón. Además, también, en ocasiones es mi manera de liberarme. Y si encima sé que desde esta ventanita al mundo puedo comunicarme contigo, que en lo cotidiano de este día me tienes la cabeza "bufffff" (no sé ni como definirlo), pues más a mi favor para coger papel y lápiz, pasarlo después a ordenador, y dejar que las palabras broten.

No puedo obligarte a que me des lo que no te sale darme, pero soy libre de pedírtelo y si eso trae como consecuencia que tus miradas cambien de dirección cuando nos encontramos: lo siento, no pretendo herirte. Sabes, sabemos, que hay muchísimos puentes que cruzar en esta vida, y que de vez en cuando, a medida que caminas, te encuentras con barreras que, o bien pones el víaT y pasas sin más (ya llegará el cobro a final de mes), o te resignas y te paras, observas la dichosa barrerita durante un tiempo y estudias las diferentes formas de salvarla. No sé si me explico.

Quizá, puede, a lo mejor, probablemente este sea el destino, mi destino. Creo que lo cobarde sería cerrar los ojos y pensar que hay cientos de oportunidades esperando.

Esto es un sentir lo cotidiano.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sentimientos cotidianos encontrados


 Alguna vez más ya he hablado sobre la lluvia en mi blog. Los que me conocéis sabéis que me encanta ver llover y dejarme mojar por el agua que cae (salvo cuando llevo el pelo recién alisado, pero ahí interviene la ley de Murphy y de esa hablaré otro día). Si hay algo que me apasiona realmente es estar en casa, tumbarme con un buen libro y escuchar el sonido de la lluvia de fondo, y para que sea pura pasión es estar relajada en posición horizontal y escuchar el caer de las gotas.

Esta tarde estaba siesteando, mientras me relajaba contemplaba la belleza de mi pequeño sobrino durmiendo, tan bella imagen evocaba en mi una gran ternura. A la par el sonido de la lluvia conseguía que mi mente fuera poco a poco volando hasta... el sueño.

Mi sobrino se ha despertado, y al moverse me ha despertado a mi, lo he calmado y se ha vuelto a dormir pero yo ya no he podido. Volvía a observarle, repasaba los ocho meses que tiene y la cantidad de cosas que he aprendido de él. Mientras la lluvia seguía cayendo ahí afuera.

En mi interior empezaba también a removerse un sentimiento de ¿culpa?, yo ahí calentita, arropando a mi sobrino que, calentito también, descansaba plácidamente. Y miles de personas sin un techo, sin un hogar ni el calor de su familia, a veces mucho más importante que el calor que nos da una manta, un radiador o una chimenea. Tantas y tantas personas para quienes la lluvia es una amenaza y no una fuente de relajación como para mi. Tantos niños que no tendrán nunca la suerte de ser arropados, de ser mimados, de escuchar la lluvia como una melodía relajante. Me he sentido un poco miserable con mis ataduras, mis pequeños lujos y mis egoísmos.

Y esto es lo que me ha sucedido en esta tarde cotidiana de lluvia otoñal, preinvernal. Y me fastidia, porque creo que tampoco es malo que a una le guste la lluvia.

Sentimientos cotidianos encontrados.