Porque en lo cotidiano es donde me gusta encontrarme conmigo misma y con los demás. Porque de lo cotidiano nace lo extraordinario, lo insospechado, la alegría y la tristeza...Porque en lo cotidiano es donde más se aprende. Contigo, misioneros en lo cotidiano.
En la tranquilidad que da la ausencia de ruido, me asaltaban millones de preguntas, de interrogantes. Y una por encima de todas: ¿Por qué Le quiero?. Me pasa algunas veces, pero sobretodo cuando en la noche el sueño no llega, que esta duda me asalta. Y para colmo estos días atrás he estado leyendo por ahí reflexiones de personas que parecen tener muy clara la respuesta...
Me la hacía (la pregunta), pensaba respuestas personales y sinceras y no me convencian...y vuelta a empezar. Y lo que más rabia me da: ¿por qué viene esa pregunta a mi cabeza?, ¿a qué se debe?. Y entonces solo me sale pensar: Tú, si Tú, sabes que lo digo por Ti, ¿por qué no dejas de "incordiarme"?, ¿qué quieres de mi?.
No lo entiendo, de verdad. Hay veces que me levanto por las mañanas con ganas de comerme el mundo, con las cosas muy claras y con mucha energía, y llega la noche y con ella vuelven las dudas, los interrogantes y ale... a darle al coco con lo de siempre.
Debo de ser rematadamente idiota, porque sino es que no me lo explico. Todo el mundo parece que tiene respuestas, todo el mundo parece que sabe responder, incluso lo transmiten con convencimiento y palabras profundas, y me muero de envidia, de la insana, pero como yo soy como soy pues me río, pero en el fondo me siento una completa estúpida porque yo soy incapaz de hablar así, de decir las cosas así, de expresarme así. O quizá es que no haya que ser siempre así, ¡yo qué sé!. La cosa es que yo estoy siempre dudando, siempre buscando, y siempre carente de respuestas. Pero claro, en ese momento me sale aquello que dijera el filósofo: “Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”. ¡Ayyyyy!, estamos como al principio...la pescadilla que se muerde la cola.
Ahora, repensándolo, me venía esta canción a la cabeza...
Y si no me lo das, por lo menos échame un cable...
Mientras tanto, yo seguiré con lo mío en lo cotidiano ¿Por qué Le quiero?
Si hay algo absolutamente extraordinario en la cotidianeidad de mi vocación hecha profesión, es enseñar a escribir.
Evidentemente primero está la lectura. Afrontas ese gran reto que es contar un cuento y mantener la atención, después vas desgranando las letras, el aprendizaje e interiorización de las diferentes grafías que poco a poco se van tornando en palabras que van formando frases... Y la cara de los niños aprendienéndolo es indescriptible. Y una vez van adquiriendo conocimientos los niños ansían más, y entonces ¡¡plummm!!, se lanzan y ves como poco a poco van haciéndose con ello: buscando, investigando y experimentando (no me voy a poner a describir las diferentes fases por las que pasan, hemos pasado, porque no viene a cuento).
¿Y por qué me ha dejado paralizada?, pues porque en este tiempo que me está tocando vivir una de las cosas que más he sentido crujir ha sido mi vocación. Yo sé para que he sido llamada, yo sé que educar me hace feliz...y quizá me hacía falta "ser tocada y hundida" para de nuevo buscar y más buscar los por qués, los motivos. Y uno de ellos, uno de los motivos, es lo inmensamente feliz que me hace guiar la mano de un niño y ayudarle a escribir, por primera vez, su nombre. ¡¡Buf!!, es una sensación de cosquilleo que no sé ni describir. Por supuesto, enseñar a escribir es un pequeñito milagro de mi vocación, la suma es mucho más amplia y lo guay es que a raíz de haber sido "interpelada" por el título de J.F., ahora estoy dándole vueltas todo el rato.
Gracias J.Fernando, no sabes cuanto bien me has hecho hoy, en lo cotidiano, ¡y solo con el título! (por supuesto, la reflexión que tú haces es magistral, pero yo es que me he quedado con el título, quizá sea una superficial).
Gracias, porque en esta cotidianeidad en la que me hallo un simple título me ha hecho sentir magia.