Esta tarde venían a mi cabeza tantas Pascuas como he vivido. Rostros de personas que en un momento de mi vida caminaron a mi vida e incluso de quienes siguen en mi camino.
Y recordaba la Adoración de la Cruz. Desde aquellas Pascuas jóvenes en las que todo eran lágrimas conmoción, agonía, .. quizá el problema es que no entendíamos bien lo que sucedía y la cosa era mimetizarse y ponerse a llorar como Magdalenas. Hasta las Pascuas en Vallecas, donde la Cruz era mucho más cercana, más presente, más cotidiana y el mensaje era mucho más sencillo descifrarlo, fue un antes y un después, sin duda, en mi manera de entender estos días.
Hoy me arrodillo ante tu Cruz, tengo las manos vacías y el corazón... agitado. Solo quiero abandonarme ante Ti en el silencio y la quietud, pero a penas soy capaz de conseguirlo porque los ruidos invaden mi cabeza y no consigo sintonizar las ondas de mi corazón. A lo mejor esa es mi Cruz, ese es mi delito.
Torpemente voy conciliando. Torpemente consigo verte y no apartar la mirada. Despacito voy dejándome caer, despacito voy callando mis ruidos.
Perdóname Jesús. Perdóname por no estar a la altura en lo cotidiano.