
Tu vida ha sido un regalo en la mía, tus enseñanzas una fuente de las que sacian la sed y además dejan reservas para cuando ésta vuelve a aparecer, tu amistad un don, un don de Quien nos cruzó en el camino, tú eras de Él y Él se hacía presente en ti a cada paso, en cada encuentro.
Palabras siempre certeras, ilusión constante por la vida que hoy se ha apagado para ti. Tenías la gran capacidad de dar sin esperar, de ofrecer siempre lo mejor de ti.
Soñador infatigable vivías con ilusión el ecumenismo, la cooperación entre religiones. Contemplativo de la vida, admirabas los pequeños gestos y disfrutabas siempre de las pequeñas alegrías.
Vibrabas con los jóvenes y nos querías a tu lado, trabajando, y gastando energías, por llevar la fe a los rincones más recónditos y escondidos. Hacías tuyas las palabras de Benedetti, a quien te gustaba evocar con el precioso poema: "¿Qué les queda por probar a los jóvenes?(...)". Porque creías en nosotros y apostabas por la juventud dentro de la iglesia. Gracias a ti yo también pude acercarme un poquito a ese mundillo de la Pastoral Universitaria, bastaron un par de conversaciones y me metiste de lleno en un buen fregaó, recuerdo que mi primera reacción fue un "¡¿pero qué me estás contando?!" al que acompañó tu palmadita en la espalda: lo harás bien.

Te fuiste, en misión "ministerial" a tu amada Tierra Santa, trabajaste allí codo a codo con otras culturas, con otras perspectivas pero con la misma ilusión. Y volviste, Él te llamó a volver. Había un servicio que dar, un nuevo proyecto se abría ante ti, y tu vivías con ilusión ese nuevo reto. No te ha dado mucho tiempo, a penas dos meses en “el cargo” al que tu decías: Dios me ha llamado. Pero esta vez, amigo, la llamada es eterna.
Al principio lo decía, tengo el corazón alborotado y en mi cabeza se amontonan los recuerdos. Me resisto a esta despedida joder, no quiero creerlo. Eres demasiado joven para irte, te quedan muchas sabias lecciones que dar, te quedan muchas anécdotas de tu querida Tierra Santa que contar, nos queda mucho que aprender de ti a los que te apreciamos.
Esta tarde has partido a la Casa del Padre y no sin antes dejar un regalo, el regalo de ser donante que seguro a muchos les ayudará a seguir apostando por la vida. lEn fin, estarás bien, eso tu ya lo sabes porque fue de Él de quien te fiaste cuando diste el Si a su proyecto.

En esta cotidianeidad, que hoy se hace espesa y dura, solo me queda desearte: Descansa en paz amigo, hermano, maestro.