
(Personas durmiendo en un pasaje, en el centro de Logroño. Foto del Diario La Rioja el 12/10/08)
La uva está ahí, y hay que cortarla. En mi pueblo, el pueblo de mis abuelos, hay mucha faena, las casas vacías se llenan, los temporeros habitan las calles de un pueblo que en el invierno no llega a los 300 habitantes. Se juntan por cuadrillas y a la señal de ¡buenos días! comienza la vendimia de ese fruto que más tarde dará ricos caldos que posiblemenete muchos de ellos llegarán a las mesas más completas y los paladares más exquisitos. ¡Vaya contraste!, los que las cogen cobran "cuatro duros" que diría aquel, y los que beberán el vino pagarán por él innombrables cantidades de euros.
Pero la vida es así, suelen decir resignados los agricultores, yo como nieta de tales no puedo sino sacarles la cara, porque a pesar de lo que muchos puedan pensar, tienen un trabajo duro, muy duro y normalemente unos beneficios injustos. Nunca regateéis a un agricultor, ¡está feísimo!.A lo que iba al principio, no es raro estos días encontrarse por las calles de mi ciudad a personas que cargan con todas sus cosas, con mochilas que recorren mundos, que recorren las regiones en busca de faena. Y de entre ellos siempre puedes encontrarte al que carga con su guitarra y hace las veladas más amenas, aunque éstas sean en soportales abiertos a las frías corrientes nocturnas.
Uno de esos trovadores lleva llamando mi atención desde hace unas semanas, es como aquel que cada día durante un tiempo me tocaba el Canon de Pachelbel cada tarde cuando volvía a LRTA a cambio de una sonrisa, y de un breve espacio de mi tiempo.
Este personajillo del que os hablo dudo que pase de los 30, siempre sonríe, y siempre toca aquello de "Pongamos que hablo de Madrid", una y otra vez hasta 4 veces seguidas... Puede que él mismo es quien se vea reflejado en la letra de esta canción (e inevitablemente me termino acordando de Vallecas, y de Amani...¿por qué será?).
"Mi trovador particular" no se a qué dedicará sus mañanas. Quizá también vaya a vendimiar con su guitarra y alegre las jornadas a los demás, de la misma que a mi me hace sonreir por las tardes.
Y cada día vuelve a mi recuerdo aquel que tocaba el Canon para mi, aquel a quien yo puse por nombre Miguel porque me recordaba a la canción...
Hoy, que la crisis es el tema estrella de conversación, pienso en la melodía que estos trovadores le pondrían a esta situación.
Y en lo cotidiano no puedo dejar de sentirme cuestionada por ellos, por sus vidas, por las vidas de "mis trovadores particulares".